“Rápidos y Furiosos 10”: Un circo grandilocuente que abraza la acción más ridícula en todo momento
La décima película de la franquicia no presenta nada nuevo. Sin embargo, tuvo un acierto con el nuevo antagonista, interpretado por Jason Momoa
‘Rápidos y Furiosos 10’ (‘Fast & Furious X’) es la décima entrega de la popular franquicia sobre las aventuras de un grupo de corredores callejeros que se convierten en ladrones que colaboran con agencias secretas de alguno que otro gobierno. Dirigida esta vez por Louis Leterrier, veterano del cine de acción con títulos como ‘Transporter’ o ‘El Increíble Hulk’, que llegó para salvar la producción cuando Justin Lin dejó el proyecto en abril pasado, en pleno rodaje, un problema que ha dejado su huella en el resultado.
La saga, a pesar de todo, se ha ido perfilando en el tiempo como un campo de pruebas para lo que puede dar de sí el cine de acción estadounidense, al menos en sus estándares actuales. De un producto coyuntural de la época en la que el tuning (modificación del aspecto del vehículo) se hizo tendencia, ha sabido esquivar con mayor o menor acierto su legado de cine, equivalente al reggaeton en la música, para pasar por todo tipo de subgéneros hasta encontrar su voz en un concepto tan sencillo en el que la trama no es tan importante como las escenas de espectáculo.
A esta altura del partido, seguir quejándose de la saga es monótono. ¿Hace cuántos años se sabe que estas películas carecen de lógica? Eso no significa que sean perfectas, pero incluso en los mismos trailers vemos que todo se va a complejizar una vez más, superando las secuencias de la anterior y la anterior y la anterior, y así sucesivamente.
Por como está narrada de principio a fin, ‘Fast X’ (su título original) marca lo que empieza a ser el final de esta loca franquicia, con muchos nuevos personajes más todo el elenco que venimos viendo desde hace 5-6 películas atrás. Puede parecer que se note sobrecargada y la realidad es que hay momentos donde el CGI se ve mal, pero se nota que así como otras sagas han tenido su “final épico” en sus últimos largometrajes, Vin Diesel y Universal buscarán lo mismo.
Todo el mundo sabe como se ha reinventado esta saga, como en la 7 tuvimos el que podía haber sido el gran final, pero como nos enseñaron en ‘Batman’, «o mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano». La 8 nos presentó a quien tenía todo para convertirse en la gran villana final, Charlize Theron como Cipher, pero ahí se quedó. Incorporaciones ha habido muy buenas en la 7, 8 y 9, como Jason Statham, Kurt Russell, Nathalie Emmanuel, John Cena, Scott Eastwood, Helen Mirren y la mencionada Theron. En esta película no se queda atrás el casting y tenemos nuevas incorporaciones como Brie Larson, Alan Ritchson y por supuesto el villano de turno, Jason Momoa, quien tal vez sea el antagonista más carismático y psicópata de la franquicia.
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El argumento es sencillo, el personaje de Momoa era el hijo del mafioso al que Dominic Toretto (Vin Diesel) y su equipo le robaron el dinero en la gran película 5 (Hernán Reyes), ahora quiere venganza. En todas las películas, los villanos han tenido conexión siempre con los acontecimientos de Dom y su grupo, pero esta vez pasa a otro nivel. Visitamos de nuevo países, vemos autos lujosos, escenas que intentan ser más dramáticas, sabiendo que no es su terreno fértil. Todo como siempre.
Uno cuando ve este tipo de películas, sabe que no va a ver ‘El Padrino’ o ‘Taxi Driver’, pero la acción debe de estar ahí. En esta ocasión, no ha habido tanta como en las anteriores. Y es que eso es el principal problema de esta película: dar a entender que esta película es la primera parte de una secuela o una trilogía. Acción reducida, guardándola, de forma obvia, para el futuro. Un intento de ‘Infinity War’.
La saga, cabe señalar, encontró su “mejor” punto en la octava entrega, cuando acabó de sacudirse la sombra de tratar de ser “buen cine” de atracos, y abrazó un delirio imposible que acercaba su marca a algo similar a uno de esos espectáculos en directo de piruetas y fuego en las ruedas. La novena llevaba ese mismo espíritu al espacio, sí, al espacio, y devolvía autonomía a un Vin Diesel desplazado en la anterior entrega. Ahora el actor parece haber tratado de convertir a su héroe en el centro absoluto y esto supone un problema para el potencial de su propio universo.
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La escala de las acrobacias se han vuelto más irreales que nunca, pero quizá esto no justifique el trasfondo. La sensación es que se está preparando el escenario para sus dos capítulos finales y el evento parece un aperitivo comparado con lo que se vio en la anterior entrega. Sí, hay dos secuencias alucinantes, una en Roma, con una bomba rodante que parece un pinball a gran escala y otra hacia el final, con un gran conjunto de aviones, helicópteros y vehículos saltando por los aires que son de ver para creer. Mucho más ‘Mision: Imposible’, y menos ‘Rápidos y Furiosos’.
No obstante, sus monólogos sobre la familia, la autenticidad de su gente y nostalgia con música a base de pianos son recursos que pasan sin pena ni gloria, se sienten gastados, asemejándose cada vez más a un meme. Todo esto se acumula sin demasiada adrenalina. Incluso, el villano, Jason Momoa, se mofa de esto, definiendo a la familia de Toretto, literalmente, como una “una secta de los autos”.
En resumen, ‘Rápidos y Furiosos 10′ hace un trabajo aceptable como primer capítulo de algo más grande, y sigue siendo una oda a la locura que quiere superar a otras entregas mejor valoradas de la franquicia, de hecho, ese es su gran propósito. Sin embargo, de ese objetivo pretencioso se desprenden otras directrices no tan positivas, pues la finalidad de este universo de “superhéroes de la calle”, sin darse cuenta, es llevar a la cultura del motor a extremos de desvergüenza y ridículez, a la caricatura grotesca, a una parodia sin ser una parodia.